martes, 23 de abril de 2013

El Gran Truco.

Al finalizar un día, gestos tan simples como preguntar cómo ha sido tu día, o qué hay de comer son recurrentes en un hogar que se comunica. El diario vivir doméstico puede que no sea tema relevante para un programa de televisión, pues el televidente se acomoda con la esperanza de disfrutar de la adrenalina de una escena de acción, de emocionarse con el drama, de ablandar su corazón con el reflejo del amor, de estrujar su mente con algún misterio, o de soltar carcajadas que terminen relajándote.

"Pero es el Sistema Solar!"
En el caso de Sherlock, aquellas pistas parecen mezclarse y no está de más mostrar cómo estos dos solitarios y peculiares hombres se comunican cuando los dos parecen frustrados.

La señora Hudson no pregunta si estos dos han tenido una pelea domestica por coincidencia, y lo que para el común de la gente puede ser un simple disgusto que tu compañero se enoje por que no le gusta lo que escribes de él en tu blog, para Sherlock y John es el detonante de un fin de conversación ya que disparar dentro del apartamento por aburrimiento o encontrar una cabeza humana en el refrigerador es sólo perturbador para los que miran hacia abajo el diario vivir.
Y si es aquel el caso, siempre podemos vernos expuestos con una explosión justo en frente del adorable departamento.

The Great Game.

El aburrimiento de Sherlock llega a su fin junto a una extraña advertencia en las oficinas de Lestrade, concentrándose en el peculiar investigador, gracias al blog de la discordia, que parece estar siendo leído por quien ya sospechamos.

Una serie de juegos amenazantes que tratan de probar la inteligencia de Sherlock, pone en alerta a la policía, mientras Mycroft Holmes insiste en necesitar la ayuda de su hermano en un caso, y Molly Hooper trata de hacer parir celos a Sherlock con su torpe novio que no tarda en flirtear con su compañero de laboratorio.

Obviamente el interés de Sherlock se queda con quien si lo provoca, y sus recuerdos de cuando era un precoz detective resuelven el primer caso fácilmente.
El nuevo truco se presenta inmediatamente y las palabras de la víctima hacen que Sherlock se sienta identificado con su fatal aburrimiento. Cuando resuelve las pistas, John se cuestiona lo mismo.
Y no tarda en hacerlo Lestrade cuando llega la tercera prueba, involucrando a una famosa  y querida presentadora de televisión.

John, por su parte, se hace cargo personalmente de investigar a los cercanos de la presentadora, mostrándose totalmente cómodo y confiado, incluso cuando sus sospechas no son las correctas.
Algo que no lo detiene para tratar de resolver el caso del mayor de los Holmes por su cuenta, pues Sherlock se muestra resistente a su petición, no por indiferencia, si no porque simplemente no desea verse envuelto ni
en política, ni mucho menos con su hermano.

Sherlock resuelve el caso de la farándula británica pero esta vez no logra salvar a la pobre anciana envuelta
en el cruel juego luego que ésta trata de describir a su secuestrador.
Sherlock parece indiferente a su muerte, ya que después de todo si resolvió el gran truco. Algo que molesta a John a sobre manera y seguramente se acuerda de sus tiempos en el supermercado peleando con la máquina registradora. Y no es exagerado recordarla considerando que el último caso nos junta con un Gollem y las estrellas, esto último algo que ha sido mencionado a Sherlock durante todo el episodio por su poco interés con el sistema solar y el universo.

El dúo se ve expuesto literalmente luchando contra un hombre extraordinariamente alto en un salón que muestra con detalle los planetas, en una coreografía acompañada con sonidos y ambiente que recuerda una escena sacada de alguna película de terror de los sesenta. Lo que a la vista resulta bastante placentero y gracioso.

Finalmente el caso es resuelto en una galería de arte, donde Sherlock se muestra insoportable, casi fanfarroneando mientras la vida de un niño está en peligro, y esta vez es Lestrade quien probablemente querría tener un recuerdo con alguna caja registradora para ser comparada con su detective favorito.
 
En la confesión de la involucrada, el nombre de Moriarty sale a la luz, y las llamadas con trucos macabros
cesan, por lo que Sherlock da tiempo a ayudar a John en la investigación de su hermano, y logran descifrar el asesinato de un hombre inocente que se ve entre la espada y la pared con asuntos políticos y su familia.

Ya alimentada, la mente de Sherlock se va a descansar por un momento, disfrutando plenamente la televisión fácil, y tomando en cuenta su ambiente doméstico, ofrece un amistoso gesto a su compañero, mencionando que hará las compras. Algo que toma a John de sorpresa y con una sonrisa se olvida de las máquinas.

Pero la mente de Sherlock no tarda en volver a ocuparse, de hecho, lo mas probable es que en ningún momento se detenga, y luego de que John salga a juntarse con su cita, Sherlock se apresura a tratar de comunicarse con su misterioso rival y espía.

Allí, en una piscina pública y tratando de presentar todas sus pruebas y pistas, que envuelven todos los trucos jugados e incluso el caso de Mycroft, Sherlock se lleva el susto de su vida, y vemos como en unos segundos, el miedo por la traición recaen en John Watson, quien aparece en el lugar.
Las dudas no tardan en desaparecer al tiempo que John revela el problema, abriendo su abrigo, Sherlock ve que su amigo se encuentra envuelto en explosivos.

Moriarty, o el “nuevo y torpe novio de Molly” da la cara y… yo… me paralizo… ante tal… insoportablemente fascinante criatura.

Es que los tipos carentes de miedo logran ese efecto, aún cuando resulta molesta esa personalidad que junta tanto genio e infantilismo al mismo tiempo. Oh, y no, esta vez
no hablo de Sherlock, aunque estos dos entes podrían pararse frente a frente y sólo su aspecto y unos pocos detalles los diferenciaría.
Detalles. Detalles del porte del mundo. Como la preocupación de Sherlock por su amigo Watson. Su vista nerviosa hacia él, y su doméstico “¿Cómo estás?”, esta vez en momentos críticos.
Y eso debilita el actuar, y ni el plan de John de tomar por sorpresa al asesino logra derribar el aún más grande plan de Moriarty, quien tiene a francotiradores encargados de su seguridad.

Entonces creo que es justo decir que Sherlock y John también podrían pararse frente a frente, y si veríamos miles de diferencias, menos una. Y es precisamente esa similitud la que los junta en un gran problema, pues Moriarty puede usarla para lo que desee.

Los sentimientos… gran arma de masivas proporciones cuando el objetivo es honesto.

Moriarty sigue jugando, vuelve y el detective y el doctor con tan sólo una mirada se muestran de acuerdo a morir juntos y terminar con el patético y brillante maratón de trucos.

Probablemente el final de temporada mas inesperado, cruel y adrenalínico que le puedan dar a nuestro doméstico momento de gusto por buena televisión.

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