Para renacer hay que casi partir de cero. Los cambios extremos,
sobre todo personales, se crean bajo el alero de la experiencia, los diferentes
caminos presenciados, relaciones interpersonales, conociendo todo lo que la
rutina nos robó en algún momento.
Sam y Dean Winchester han pasado tanto tiempo juntos, que de
alguna forma cuando el cambio llegó para ambos, los hermanos tomaron el
reencuentro de la forma que sus propias personalidades les han enseñado. Porque
a pesar del tiempo y las tragedias que han pasado juntos, el individualismo de
sus caracteres nunca se ha mezclado o cambiado porque si, ni la testarudez ni
las peleas han podido matar esas almas, que aunque puedan ser gemelas, tienen
millas de distancia con distintas dudas que se preguntan día a día el porqué de
sus diferentes existencias.
"Heartache."
(“Angustia,” escrito por Brad
Buckner y Eugenie Ross-Leming, dirigido por Jensen Ackles.)
Los cambios, en alguien tan porfiado como Dean Winchester, se presentan
poco a poco, por lo que aceptar la tecnología de un simple artefacto móvil -y
jugar con aplicaciones que no presenció antes pues pasó un año en el purgatorio
y porque Dean es de esos seres que reniega de muchos modernismos- es un cambio
gigante que no debe pasar desapercibido para el obviamente sorprendido Sam.
Sam, en cambio, sorprende a Dean en el momento en que su hermano
menor se entusiasma con el caso al que han llegado esta vez, pues Sam pareciera
estar tratando de escapar en todo momento, y ahora acepta casi alegre la
investigación.
Sam sufrió sus cambios estando lejos de Dean. Pensando que su hermano estaba
muerto. Aceptando los hechos, superándolo, que aunque muy doloroso –o fuera de
personaje- que haya sido ese abandono, resultó en su momento para el alto
Winchester. Y se nota también en pequeños gestos como ir a una feria a comprar
fruta, disfrutando el momento, sin apuros, como cualquier ser humano ordinario
que tiene un día de descanso con su familia.
He ahí las diferencias. Dean, aún estando con Sam, no disfruta
aquellos momentos por que no tiene vida fuera de la carretera y sus armas. Sus
convicciones -aunque la principal sea cuidar a su hermano- rayan en lo que en
nuestro “normal” mundo un trabajólico haría, obviando cualquier aspecto y
placer personal.
Sam nunca quiso aquello en su vida, incluso cuando perseguía
gustos por una carrera tan ocupada como lo es la abogacía.
Y no es coincidencia que en este capítulo nos enteramos, al mismo
tiempo que Dean, que el chico está aplicando a la Universidad, para comenzar –o
retomar- sus estudios, luego de tantos años de pelear contra lo imposible.
Heartache y el caso de la inmortalidad, entonces, nos muestra
respuestas que se inmiscuyen en la vida personal de los hermanos, y quizás,
responde –aunque uno de ellos no quiera escuchar- sus dudas existenciales que
tanto les resulta molestas a ambos cuando los tomamos sólo como un todo,
quienes son totalmente distintos entre sí.
Un guerrero que hace un pacto con un Dios en tiempos remotos para
obtener inmortalidad, renace como una figura pública cada tantas décadas,
gracias a su habilidad ganada en combate, le entrega una facilidad para los
deportes, la que no se perdió por ir nutriéndola en todos los aspectos
posibles. En la década de los cuarenta conoce al amor de su vida, y se forma
una relación estable que para proteger durante el milenio pasado y el presente,
sigue escondiendo con disfraces, y cambios de habilidad. Pero no de carrera,
por lo que para los Winchester es fácil deducir finalmente la tormentosa pero
romántica historia.
En tiempos donde el internet es una herramienta principal para la
humanidad, y donde tanto geek o libre pensador que disfrute de cosas que
posiblemente no tengan respuesta, se hace fácil recordar asuntos virales como
los que acusan a figuras famosas como Keanu Reeves, John Travolta o Nicholas
Cage, en donde blogs, matinales y programas de noticias inusuales insinúan
entre risas que estos actores son inmortales o incluso vampiros, pues se han
encontrado fotografías de personas en distintas épocas o pinturas de retratos
de desconocidos donde el parecido está tan a la vista, que muchos entran al
juego del caso en Heartache.
Aquí vemos la misma reacción, los Winchester recordando a un
deportista que les alegró alguna tarde con su triunfo en una final, y luego de
comprender que el rostro se repite en diferentes épocas, pero con la misma
inteligencia deportiva, se juntan pronto las respuestas que en nuestra aburrida
y poca sobrenatural realidad no logramos obtener.
El suicidio del famoso deportista llegó por cansancio. Tener que
ocultar, no sólo su vida, si no el amor a su mortal esposa, terminó por
colapsar su poderoso ser. Y la entrega de sus órganos a distintos pacientes
armó la cadena que finalmente los Winchester rompieron, quitándole la vida a
una desnudista que probó el cambio con demasiada codicia.
Eleanor, la esposa que amó con lealtad a un hombre mucho más experimentado
que ella, pero que a la vista era un joven que pasaba por su popular hijo,
sufrió en silencio, por fidelidad a la ley que su amado llevaba sobre sus
hombros.
Ninguno de los dos quería vivir aquella vida, ninguno lo disfrutaba
plenamente, y en cada separación, cuando el joven debía cambiar su identidad,
ambos volvían a la misma respuesta; el tedio de no poder ser francos con su
realidad personal, ni con la del mundo que les rodeó, pero aún mas importante,
la idea de Brick de no concebir su vida sin su amada, que ahora pasa por la
tercera edad.
Tal vez Sam y Dean comprenden, a su manera, que aquella historia
les es familiar. Nosotros la vemos con claridad.
Vemos a Dean, que más que nunca trata de aferrarse a lo único que
le queda, su hermano, quien ha sido, después de todo, su principal motivo para
permanecer en pie. Sin él, tal como Brick, qué motivo hay para salvar a la
humanidad de monstruos? Sobre todo cuando se ha pasado por cielo, infierno y
purgatorio nada más que perdiendo todo lazo y esperanza.
De todas formas,
resulta frustrante e incomodo ver al valiente y temible cazador rogando por
amor, y una estabilidad emocional que Sam parece responder hacia otra
dirección.
¿Y quién podría culparlo? Si sus recuerdos de profunda añoranza
son por una mujer que le regala un pastel, y se extraña por la cara de
sorpresa de su pareja, quien probablemente nunca, ni en su infancia, había sido
celebrado de la forma más usual que tenemos para sorprender a un ser querido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario